miércoles, 24 de enero de 2018

El crucero

Efectivamente, aquel enorme barco se movía mucho la primera noche y era complicado irse a la cama sin antes pasar por la máquina de Glitter, beber una cerveza australiana aunque estuviésemos en medio del Adriático y dar un paseo por cubierta.

Me gustó pasar por el pequeño pero trabajado campo de golf, parecía mentira que también aquello formase parte del trasatlántico, y que al lado hubiese una hamburguesería, y cerca tres piscinas. Aquella mole marítima tenía de todo, yo estaba impresionado, pero lo más importante: habíamos iniciado nuestras vacaciones, dejando a un lado opiniones ajenas y actitudes de quedar bien. Íbamos hacia Croacia con la intención de que nuestros rostros se fuesen arrugando muy lentamente, pasando tardes en puertos y basílicas, escuchando historias de Murano en cada cena aunque no tuviesen que ver con nosotros ni con Dubrovnik...

Viajar era una prioridad, viajar con alguien que era la paz mientras tú eras la guerra era montarse en un vagón del tren nocturno más misterioso, sin embargo estábamos sobre las aguas del mar, y al finalizar cada día, nuestro camarote era un nido de unión, carcajadas y despreocupación. Al fin y al cabo, el resto de cosas buenas, ya las teníamos.





2 comentarios:

  1. Un crucero con buena compañia gana mucho y la gente en un crucero se une muy bien.

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    1. Por así decirlo, Ester, es algo cuya primera vez, puede darte todo o que te des cuenta de que todo eso no es para ti. Por experiencia, viví ambas cosas: hace muchos años, lo idóneo fue un crucero y, tiempo más tarde, no era el momento para hacer otro aunque lo hice y traje más experiencias. Compañía, momento, lugares del mismo...

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