jueves, 28 de enero de 2016

Setenta y siete entre valientes y cobardes

El barco de Uli Ross había atracado en alguna zona costera de Tanzania.

Tras varias semanas navegando por el Océano Índico, el capitán Ross decidió dar descanso a su tripulación. En aquel momento, muchos que le respetaban decidieron adentrarse en los manglares africanos, ignorando cualquier peligro inesperado, pero dando la espalda a pasar más días en alta mar sin saber qué les depararía el futuro más próximo respecto a las batallas pendientes. Tenían armamento suficiente, sí, y ciento cuatro cañones en el navío para poder lanzar metralla desde casi cualquier zona de aquel enorme barco. Pero el navío de Uli Ross estaba perseguido por seis capitanes pertenecientes a otros barcos, a otras agrupaciones de piratas, cuyos gerifaltes ansiaban precisamente el Thunder Ship.

Se decía que el Thunder Ship dominaba las aguas y retenía un poder inmenso frente al temido leviatán. Leyenda o no, el capitán Ross decidió seguir con cuarenta tripulantes más, pues los otros treinta y seis habían decidido huir y perderse entre selvas tropicales, con la esperanza de iniciar otra
vida.



Las aguas del Índico eran para tripulantes con las ideas muy claras, y en ellas estaba el hecho  de vivit día tras día saboreando una victoria o una caída a manos de un enemigo monstruoso proveniente de las profundidades marinas o de un contrincante que codiciaba desde siempre pisar y dormir sobre las tablas del envidiado navío.

Era tiempo de dejar la Costa del Escorpión Rojo y las alianzas no estaban de momento en la mente de Uli Ross, por lo que contaba cuarenta hombres y el atronador barco que debía pasar de ser poderoso a ser invencible.



martes, 19 de enero de 2016

Personas

Salieron del Tankard Pub de Walworth Rd y se dirigieron al metro de Elephant and Castle, donde James, Steve y Ryan debían coger la Northern Line a Old Street. George se despidió allí de sus tres amigos y caminó hasta Westminster Bridge, pues debía reunirse allí con Jack Marriott y zanjar el tema de los estamentos.

George había montado un negocio de canoas donde londinenses y turistas disfrutaban de practicar remo por el Támesis, en la zona de Hammersmith. Sin embargo, cometió el error de asociarse con Jack, quien ya quería mandar más de lo debido y esconder los lingotes de oro en los trasteros de George. Se trataba de los lingotes robados en los almacenes de Harrods, los mismos que Charles, un famoso empresario, había dejado allí para que su nieta los recogiese, con el permiso pertinente.

Liberty, la esposa de George, siempre le advirtió de los peligros que conllevaba trabajar con Jack, pues había hecho una exhaustiva investigación sobre la trayectoria de éste, por trabajo y por la propia protección a su marido.

Cuando George y Jack se dieron un apretón de manos, en un acto de simular cordialidad, porque ni eso existía y sí una fuerza en el propio apretón por parte de ambos, el reloj del Big Ben se paró. En aquel momento, dos amigos que no eran amigos ya, hicieron lo que tenían que hacer.

Con el tiempo, Jack se fue adaptando a la prisión Fleet Brixton y George fundó el equipo de fútbol Hammersmith Hammers, que con el tiempo se hizo un hueco importante en el panorama deportivo de Londres. El negocio de canoas fue llevado por Audrey, la hija de George  y Liberty, quien iba a visitar de vez en cuando a Jack, en nombre de una familia resentida pero con más valores de los que jamás mostró el recluso.