domingo, 14 de junio de 2020

El Virus


El virus tenía olor y era penetrante, tan intenso que James lo intuía pegado a las cortinas de cualquier establecimiento madrileño. Notaba cómo ese hedor estaba concentrado en los restaurantes, en las habitaciones de los hoteles, en los supermercados y en las tiendas de las gasolineras. No quería ni imaginar todo aquello durante los meses de febrero y marzo, mientras él estaba viviendo al otro lado del charco.

Cada día, el joven californiano se levantaba temprano e iba al Centro Chamberí, una residencia para personas psicológicamente tocadas debido al agresivo paso de la pandemia por España. Allí, visitaba a Marisa Meine, su profesora de español y su mejor amiga. Juntos, pasaban el día charlando, hablando todo el tiempo en español, viendo algunos programas de índole cultural en la televisión que había en la habitación de Marisa...

Marisa, era hija de un relojero alemán y una costurera madrileña y pensaba en lo mucho que habrían sufrido sus padres (de haber estado vivos) con el estado de alarma, el miedo a infectarse, el confinamiento… Además, ella acababa de superar el insect19, pero seguía recuperándose y dándole vueltas al mismo tema, cada día y a todas horas. La neumonía que la tuvo ingresada mes y medio no pudo con ella, ya que siempre había sido fuerte y jugaba a su favor el hecho de haber dejado el tabaco en los años ochenta, justo dos años después del mundial de Naranjito. A sus setenta y cinco años, Marisa podía contar que había ganado la batalla a un bicho que, durante meses, había aterrorizado a toda Europa. Aquel virus, se había llevado por delante a casi treinta mil personas solamente en el territorio español. Un porcentaje altísimo de esas personas, eran mayores de sesenta y cinco años. Sí, Marisa había mirado a la bruja de la guadaña a los ojos, escapando de sus hechizos, aferrándose al mundo de los vivos.


James se quedaría en Madrid hasta que su amiga y profesora dejase de pensar en el virus; todo el trabajo que había dejado por hacer en Los Angeles, lo retomaría teletrabajando desde la casa de Marisa, de la cual siempre tuvo llaves para sus largas estancias en España.

Las palmeras, el muelle y esos clubes ochenteros, estarían cuando James regresase al país de las barras y estrellas, a su costa, a su hogar. Ahora, era tiempo de aniquilar al insecto que acaparaba los pensamientos de Marisa.