domingo, 27 de marzo de 2016

Su mente movía montañas

Su mente movía montañas. Había soñado con trenes descarrilando, con payasos que asustaban a los niños en sus fiestas de cumpleaños, con mujeres que perdían anillos en el gimnasio, con padres que guardaban pequeñas maquetas de coches antiguos en gabardinas oscuras, con partidos de fútbol sin amonestaciones ni entradas a destiempo...

Convencido de sus sueños, aquel sábado de Marzo, entre que llovía un rato sin marcharse el sol y dejaba de llover volviendo a nublarse el cielo, mi vecino el del segundo recorrió las calles de  Bilbao bajo la atenta mirada de los dueños de los bares. Creyó ver al payaso esperando en la puerta de un colegio, y eso que sólo eran las cuatro de la tarde. Más tarde, vio a una chica castaña con ojos verdes que lloraba la pérdida de unas joyas, lo cual no le detuvo en su trote. Por último, escuchó algo extraño junto a la estación de tren, un sonido chirriante, muy alto, capaz de despertar a quien viviese por la zona y estuviese de siesta.

Cerró los ojos y se imaginó con su hijo en el circo, en aquel circo de Jacksonville, al otro lado del charco. Al abrir los ojos de nuevo, los trapecistas le habían hecho partícipe de la función y se vio en el aire. Cerró los ojos de nuevo, se imaginó en el suelo y, al abrirlos de nuevo, estaba en el suelo, pero con dos dientes menos y su hijo ayudándole a levantarse. Su mente movía montañas y, por ello, trató de concentrarse en que no le doliesen las piernas, los brazos, la boca...