lunes, 14 de mayo de 2018

Par de terceto

Habíamos roto de nuevo la barrera sangrienta y, con ella, los espeleotemas carnosos y rosados de aquella gruta fantástica. Evidentemente, necesité ayuda pero las poses y la pasión hicieron el resto. No me cupo la menor de las dudas cuando afirmé que la tormenta podría no llegar al valle de nuestro universo paralelo, donde se habla desde hace muchos años un idioma que muy pocos conocen. De hecho, nadie, sólo los dos.

Agradecí el regalo, pues lo llevaba deseando tantos años como tiene el pequeño ocho, no de edad visible ni reconocida, pero sí mental y más que meditada desde que comenzamos a movernos por terrenos acuosos y paisajes inimaginables.

Las manos que habían manejado la década, pasaron a ser treintañeras o, mejor dicho, "casi treintañeras", mientras volvía a llover sobre los dos, sobre los tres, sobre el área de tantas tardes de tè y patatas, de espuma con grosor de dedo índice y de sueños que siempre volvemos a oler.



No hay comentarios:

Publicar un comentario