Durante meses, logré que volviesen a mirarme como yo creí que merecía y, mientras tanto, sin yo quererlo ni buscarlo, unos ojos color pistacho lograron que dudase, que proyectase mi camino en otras calles, en otros viajes, en otros proyectos.
Eran cuatro ojos que me miraban. Odio y amor, nostalgia y novedad, todo aquello me dedicaban aquellos ojos insertados en dos cráneos.
El tren de la locura no había llegado a la estación y, sin embargo, el escorpión de noviembre me seguía de cerca; por algún motivo no quería que yo me volviese loco siendo observado, ni imaginando que cuatro ojos podrían multiplicarse y clavar en mí más expresiones, más pasiones...
Cuando somos descubiertos por una nueva mirada ... dudas y más dudas nos acechan de si es ese tren o no.
ResponderEliminarMil besitos, amigo Jorge.
Correcto. Puede que estemos en la estación correcta, pero ese tren...¿es el que hay que coger?
Eliminar1001 besos y gracias por pasarte por aquí,
Jorge
Menos mal que no entran en acción unas gafas de sol, que dificil es valorar el color de una mirada. Abrazucos
ResponderEliminarEntrarán en otro relato esas gafas de sol, y sí, difícil muchas veces, fácil otras tantas.
EliminarUn abrazote,
Jorge
Lindo relato.
ResponderEliminarEl mes de Escorpio deja huellas...
Saludos cordiales.
Eso es, Adriana, deja huellas imborrables, un mes para nostálgicos y valientes.
EliminarSaludos desde mi mundo literario,
Jorge
ES fantástico el relato.
ResponderEliminarSupongo que cuesta asimilar que unos ojos que solían mirar bonito, de pronto tornen en agresivos. Qué impactante es una mirada llena de ira...
Besos.
Muchas gracias, me alegro que te haya gustado. Y efectivamente cuesta asimilar esos cambios, de los que aprendemos también.
EliminarBesos y aquí tienes tu casa literaria,
Jorge