martes, 21 de noviembre de 2017

Ojos

El tema es que aquellos ojos de color tofi, me habían mirado con amor y ahora me miraban con extrema violencia, con sed de venganza, con ansia de aniquilarme, como cegados por el odio, y por mucho que echasen la vista atrás, veían cuentos rotos, cuentros destrozados, y yo era mirado como único culpable.

Durante meses, logré que volviesen a mirarme como yo creí que merecía y, mientras tanto, sin yo quererlo ni buscarlo, unos ojos color pistacho lograron que dudase, que proyectase mi camino en otras calles, en otros viajes, en otros proyectos.

Eran cuatro ojos que me miraban. Odio y amor, nostalgia y novedad, todo aquello me dedicaban aquellos ojos insertados en dos cráneos.

El tren de la locura no había llegado a la estación y, sin embargo, el escorpión de noviembre me seguía de cerca; por algún motivo no quería que yo me volviese loco siendo observado, ni imaginando que cuatro ojos podrían multiplicarse y clavar en mí más expresiones, más pasiones...





8 comentarios:

  1. Cuando somos descubiertos por una nueva mirada ... dudas y más dudas nos acechan de si es ese tren o no.

    Mil besitos, amigo Jorge.

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    1. Correcto. Puede que estemos en la estación correcta, pero ese tren...¿es el que hay que coger?
      1001 besos y gracias por pasarte por aquí,

      Jorge

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  2. Menos mal que no entran en acción unas gafas de sol, que dificil es valorar el color de una mirada. Abrazucos

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    1. Entrarán en otro relato esas gafas de sol, y sí, difícil muchas veces, fácil otras tantas.
      Un abrazote,

      Jorge

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  3. Lindo relato.
    El mes de Escorpio deja huellas...
    Saludos cordiales.

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    1. Eso es, Adriana, deja huellas imborrables, un mes para nostálgicos y valientes.
      Saludos desde mi mundo literario,

      Jorge

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  4. ES fantástico el relato.
    Supongo que cuesta asimilar que unos ojos que solían mirar bonito, de pronto tornen en agresivos. Qué impactante es una mirada llena de ira...
    Besos.

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    1. Muchas gracias, me alegro que te haya gustado. Y efectivamente cuesta asimilar esos cambios, de los que aprendemos también.
      Besos y aquí tienes tu casa literaria,

      Jorge

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