martes, 22 de enero de 2019

Titanio y sangre

El mismo tipo que tropezó con la pieza de titanio, bajó a prisa las escaleras; las mismas escaleras que se llenaron de sangre el día del gran examen, sí. Efectivamente, la nueva pieza también era de titanio pero las escaleras estaban secas y el tipo no tropezó. Sin embargo, llevaba la sangre inyectada en los ojos. De nuevo, se aproximaba el gran examen frente a las subesferas congeladas. Pero ocurrió lo imprevisible: la sangre caliente salió de los ojos marinos del tipo; los allí presentes no dieron crédito pero estaba ocurriendo: la sangre, suspendida en el aire, avanzó hasta el cuadro donde estaban dibujadas las subesferas de aquel calibre B01 y las derritió hasta el punto de convertirlas en una viscosa pasta. El examen fue calificado por los asistentes: matrícula de honor y un plus de desgaste emocional, pues tras la sangre ardiente llegó el frescor marino de lo que no orinó.